He sentido el innegable deseo de lanzarme al precipicio de lo absurdo, de quedar atrapada en la trivial perpetuidad del mecanismo. A mantenerme aquí, estática, mirando sin emoción alguna el devenir de causas y efectos que me rodean.
He sentido el increíble afán de permanecer como un mal espectador, simplemente mirando, sin prestar atención, sin comprender simbolismos, ideales ni palabras. Quizás para evitar la ráfaga de la realidad lanzando alaridos y tirándome al suelo, quizás para no experimentar un despertar desilusorio al hipocritismo de la realidad y la vida cotidiana, o para no mezclar deseos y sentimientos en una vida y un destino incontrolables.
El vacio frente a mi me intriga, me atrae, es no presentar resistencia ni lucha, simplemente dejarse caer, sin la desesperación de lo perdido ni con la euforia de lo ganado, porque nada se gana ni se pierde , nada se crea si solo se es un pobre espectador.
He sentido el venir y devenir de deseos que no se concretan nunca y que sin embargo permanecen, intachables, innegables y con una furia incapaz de sosegar ni siquiera con la cordura de quienes dicen que estoy loca. He estado a punto una y mil veces de decir: pues vámonos a la chingada, así, sin pena ni gloria. Un sinfín de momentos vacíos, perdidos, muertos me han gritado como eco: eres una psicópata, el escombro de lo que deberías ser y sin embargo no eres porque no te da la gana.
He pensado que quizá ya no hay rumbo ni camino ni destino, que el único modo de sobrevivir en esta realidad, es permanecer en silencio.
Una colaboración de Nelly García y Grecia Barrera